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La polarización y la intolerancia nos tienen rodeados

Publicado: 2023-11-26

Escribe: Alfredo Coronel Zegarra

El ser humano es egoísta, jerárquico y autoritario por naturaleza, vivir en sociedad ha “amaestrado” y educado estas características. De esa forma podemos convivir unos con otros de manera civilizada. Sin embargo, ocasionalmente, aunque cada vez con mayor frecuencia, se observan retrocesos significativos en esta tirante relación entre la vida en común y la naturaleza humana. Somos ganados una y otra vez por la intolerancia a las ideas ajenas.

El pensamiento excluyente se va haciendo cada vez más frecuente. Nos escuchamos solo entre quienes pensamos igual. Vamos, de esa manera, despidiéndonos de ser cosmopolitas para recrear tribus donde todos tenemos las mismas ideas y creencias. Rechazamos la existencia de “los otros”. Se trata de intransigencia que no es otra cosa que asumir que no me equivoco y que mi ideología es la única que vale.

La identidad propia se genera por negación, lo que no soy, no de lo que si soy. Es la consecuencia de tantos antis por los cuales nos autodefinimos. Además, reconocer que otros tienen voz y que hay ideas diferentes a la mía es muchas veces un ejercicio dificultado por el bullicio, las protestas y la falsa información.

Cada tanto salen a relucir las actitudes maniqueas o reduccionistas, donde el mundo solo puede ser blanco o negro, poderoso u oprimido. Todo se divide entre el bien y el mal impidiendo a los matices aparecer y desarrollarse. No hay centro solo extremos. Estás conmigo o en contra de mí.

Esto impide reconocer y acercarse a diferentes culturas y realidades sin prejuicios. Los grupos acallan al individuo, la disidencia desaparece en la monotonía del grito.

Todo gira alrededor de un líder, una reivindicación, una creencia o doctrina. Expresar discrepancia es casi imposible, los llamados a la calma son desechados o ninguneados. Las actitudes son cada vez más virulentas exigiéndonos que tomemos una posición o la otra, elegir un bando e ir a luchar.

El diálogo y el debate son los mecanismos para encontrar salidas. De esa manera hallaremos caminos comunes por donde transitar. Requerimos ubicar espacios de convivencia, puede que no pensemos lo mismo, pero podemos coexistir en paz forjando alianzas gradualmente.

En un mundo violento y con sociedades convulsionadas se hace necesario valorar y respetar nuestras libertades fundamentales: de formar empresa sin engañar al resto, de opinar sin afectar la honra ajena, de hacer con nuestra vida lo que queramos mientras no altere los derechos de los demás, de creer o no en cualquier deidad sin imponérselo al mundo y de elegir y ser elegido transparentando nuestros intereses y los que representamos.


Escrito por

Pedro Casusol

Consultas y colaboraciones a pedrocasusol@gmail.com


Publicado en

bebedor de absenta

arte, música, cine y literatura.