Una muestra del amor que le profesamos los fanáticos peruanos a Él mató a un policía motorizado, la banda de indie rock oriunda de La Plata, Argentina, ocurrió una noche antes de su concierto. A menos de 24 horas, la promotora anunciaba un súbito cambio de local: del previsto recinto en Barranco se mudaban a Alfonso Ugarte, en el centro de Lima, al C. C. Festiva, un local amplio con escenario al aire libre. Un cambio de esas magnitudes, con cualquier otra banda, habría ocasionado una ola de hate en redes. Ha pasado antes y volverá a pasar. Pero los comentarios, en este caso, nunca bajaron de: “¡Con todo, gente!”, “Gracias por guerrearla”, “¡Vamos a reventar el Festiva!”.

Santiago motorizado en el c. c. festiva. crédito de foto: rick flores.

Y es que banda liderada por Santiago Motorizado puede ser considerada el epítome del “buenondismo”, a pesar de ser una de las agrupaciones argentinas más relevantes de los últimos tiempos. Siguiendo la senda de la tradición rockera latinoamericana, de la escuela de Soda Stereo y Patricio Rey y sus redonditos de ricota, las canciones de Él mató… contienen la correcta equidistancia entre el sonido melódico de sus guitarras y la poética de su lírica. Solo una banda de aquellas podría hacer cantar a una audiencia fervorosa de jóvenes y adultos, en tiempos de reggaetón y bachata, un coro como el siguiente: “Hay una luz que arrasada con todoooooooo…”.

Porque eso fue exactamente lo que pasó anoche en el C. C. Festiva, cuando el público que se había comprometido a llegar al local de Barranco se dio cita en el centro de Lima para rendirle tributo a Santiago Motorizado y su banda, integrada por “Doctora Muerte”, “Pantro Puto”, “Niño Elefante” y “Chatrán Chatrán”, apodos que no deberían de sorprender a nadie si tomamos en cuenta que el mismo nombre del grupo emergió de un diálogo de la película R. O. T. O. R. (1987), mezcla de Mad Max y Robocop de bajo presupuesto, cuando uno de los personajes dice:

This old boy just killed a motorcycle cop

Y probablemente su más reciente álbum, Súper Terror, lanzado este año y razón por la cual han girado por todo el mundo, sea la más abierta celebración de esa estética de década de los 80, del sonido a la lírica, testimonio melancólico del paso del tiempo. Si en sus anteriores entregas, Él mató… era esa banda de impronta adolescente que todos adorábamos por temas como “El tesoro” (“Ah, paso todo el día pensando en vos / Ah, ¿qué hay de malo en todo esto? / Ah, paso todo el día pensando en vos / Ah, vos pensás que pierdo el tiempo…”), himno absoluto de su álbum La síntesis O'Konor, en Súper Terror nos adentramos en una nueva etapa de introspección, siempre de la mano del eterno adolescente que es Santiago Motorizado.

él mató a un policía motorizado en lima, 13 de diciembre. crédito de foto: rick flores.

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No llegamos a tiempo para escuchar a La Chinoise, DJ que abrió la noche en el escenario del C. C. Festiva, pero sí para escuchar algunos de los temas de Cecimonster vs Donka. Encontrar un estacionamiento abierto las 24 horas fue un reto en medio del tráfico limeño, pero una vez que cruzamos el umbral del recinto supimos que todo había salido “más o menos bien”, como reza una de las más emblemáticas canciones de Él mató… (¿Existe acaso una canción en español que describa mejor el pesimismo generacional?). Cecimonster vs Donka calentó al público que esperaba impaciente la entrada de la agrupación platense, y lo hizo bien.

Al promediar las 10:30 p.m. los asistentes, apiñados bajo el encapotado cielo de Lima, vitoreaban el clásico “olé, olé” con el que los argentinos invocan a sus bandas y a sus equipos de fútbol favoritos. Olé, olé… Él mató… Él mató… se escucha en el patio al aire libre. Unas 1200 personas, calculo. Casi nada si pensamos en las decenas de miles que se reunieron un día antes para ver a Marc Anthony en el Estadio Nacional. Pero no se confundan, los fanáticos de Santiago Motorizado somos pocos, pero lo escuchamos mucho. Nuestro amor radica en una profunda empatía, porque todos hemos podido cantar: “Sábado en mi cama / Y si te invito a jugar / Me dirás que no / Me dirás que no”, una oda al rechazo. Y fantaseamos con llegar, como él, a las notas altas que parecen a punto de desentonar (que, de hecho, desentonan).

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De pronto las luces del escenario se encienden para mostrarnos a esa sombra robusta que sostiene el bajo, mientras resuenan en los parlantes los primeros acordes de “El magnetismo”, una de mis favoritas. Una canción de poco más de un minuto que puede ser interpretada como una declaración de amor: “En este mundo peligroso / Tenemos que estar juntos…”, tema con el que suelen abrir sus conciertos y que sirvió como prólogo a “El segundo plan”, la poderosa apertura de Súper Terror.

santiago motorizado levanta el pulgar. crédito de foto: rick flores.

Siguió “La noche eterna”, una de La síntesis O'Konor. Santiago Motorizado, con su figura ahora sí distinguible en el escenario (su vestimenta es la misma de siempre, pantalón y polo negro, sin ningún guiño especial) responde al público levantando sus pulgares en señal de amistad, dirigiéndonos una amable sonrisa enmarcada en su desprolija barba. La gente se puso a saltar. Luego vinieron “Las luces” y “El perro”, esta última con un divertido vídeo en donde un hombre baila con su mascota, en una metáfora de la pérdida, el aislamiento y el deseo de conexión.

“Amigo piedra” es uno de esos clásicos que la banda se dignó a tocar para deleite del público, que nos remonta al EP Un millón de euros, del año 2006. De aquellas letras muy sencillas pero significativas, con el espíritu de banda de garaje que Él mató… nunca ha perdido, a pesar de los años. Siguió otra del nuevo álbum, “Tantas cosas buenas”, probablemente la canción más ochentera del disco, con un coro tan pegajoso como pesimista: “No me digas que / Las cosas van a estar bien (bis)”. La gente, que ya estaba encendida, empezó a corear. Pero esto fue apenas el preámbulo de lo que vendría luego: “Más o menos bien”. Un verdadero himno. Alguien en el público extendió una bandera, como de las que se llevan a las tribunas de los estadios.

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De pronto, la gente empieza a “poguear”. Y esto es algo que siempre me ha llamado la atención de los conciertos de Él mató…, que he ido a algunos. Es cierto que se trata de una banda de espíritu punk, pero no se puede dejar de admitir que tocan un rock melódico cuyo árbol genealógico nos remite al Almendra de 1969.

¿Por qué, entonces, me pregunto, estos chicos (y chicas) se emocionan hasta el punto de jugar a empujarse en medio del concierto, como una suerte de feliz celebración de la música? Anoche esto empezó a ocurrir luego de “Más o menos bien”, uno de los clímax del concierto, pero siguió con “Medalla de oro” y “Destrucción”, las dos canciones que siguieron. Y con “Diamante roto”, otra más de Súper Terror.

No lo pienso mucho, porque comienza “El tesoro”, lo que excede a los presentes. Lima se entrega y, durante un momento, después de la canción, el público lo celebra. Frente a los vítores, la banda únicamente atina a dejar de tocar y Santiago Motorizado, que ha estado levantando los pulgares durante todo el concierto, forma un corazón con ambas manos y lo eleva al público desde el escenario.

santiago motorizado hace su magia. crédito de foto: rick flores.

Más tarde, esa misma noche, Él mató… dejará escrito en sus redes sociales: “El mejor final de viaje de la historia. Gracias Lima y amigos y amigas de todo el Perú, fue una noche inolvidable”. Pero faltan horas para que ese mensaje aparezca. Mientras tanto, el concierto continúa con “Yoni B” (otro clásico de oro), “Excálibur” (aquella que solo dice: “¿Por qué tuviste que decirme eso? / ¿Por qué?”), “Mundo extraño” y “Coronado”, tras lo cual Santiago y su banda abandonan el escenario.

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La gente no se mueve un centímetro, consciente de que van a regresar. Lo que, efectivamente, ocurre luego de unos minutos, cuando Santiago vuelve para cantar la más lenta de Súper Terror, “El universo”. Siguen “Moderato”, “Ahora imagino cosas” y “Fuego”, para llegar a “Chica de oro”, el primer gran hit de la banda o el primero de los que yo escuché: “Cuando juntes fuerzas las cosas van a estar mucho mejor / Cuando juntes fuerzas, chica de oro”. Otra vez, el “pogo” constituye un remolino de brazos y piernas. En el horizonte de eventos, un chico llega a la superficie y empieza a surfear sobre la multitud. Santiago blande su bajo como la excálibur a la que tanto hace referencia en la iconografía de la banda.

Ha estado amenazando con irse desde el “encore”, pero de manera tan inocente que sabemos que está “bluffeando”. Santiago nos amenaza como lo haría tu tío favorito cuando eras niño, ese que te sacaba a pasear en moto por la Costa Verde.

—¿Quieren más o ya no? ¡Mañana es miércoles!

Después de “Chica de oro” sabemos que el final es inevitable, que la noche no es eterna. Son más de las doce. Agradecidos de poder terminar la gira mundial bajo el cielo morado de Lima, Santiago y su banda entonan “Mi próximo movimiento”, de esas canciones que no se cantan, se gritan —y quizás por eso, suelen cerrar sus tocadas con ella—: “Voy a subir al techo a ver, / a mirar el desastre / bajo la luz de la luna gigante”. Tema que podría compartir el espíritu de “Jeremy” de Pearl Jam o “Pumped Up Kicks” de Foster The People, la fantasía homicida de cualquier adolescente incomprendido.

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Luego de eso, el adiós.

Santiago Motorizado se toma la molestia de despedirse de sus fanáticos más entregados, los que soportaron en primera fila casi dos horas de concierto. Se entiende por qué Él mató… es de esas bandas que prefieren los conciertos pequeños antes que los grandes festivales, que pueden ser un arroz con mango. Sus seguidores pertenecen a una secta, feligreses en la senda de Santiago. Afuera, la avenida Alfonso Ugarte nos recibe con sus luces amarillas y sus carros. Dos jóvenes, bañados en sudor, comentan lo hermoso que ha sido todo. Caminan por el frontis del antiguo penal El Sexto y solo hablan del concierto. Están como desorientados.

crédito de foto: rick flores.