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La culpa es mía

Llegando tarde a una reunión no solo hago perder tiempo a quienes participan de la misma, les quito vida, la que se gasta minuto a minuto

Publicado: 2023-12-17

Escribe: Alfredo Coronel Zegarra

Es común echarle la culpa de lo que nos sucede a alguien más. Se trata de una forma de no hacernos responsables de nuestros actos, forma parte del afán por querer derechos sin deberes. Nos cuesta reconocer fallas.

Como el aleteo de la mariposa que, según un proverbio chino, puede sentirse al otro lado del mundo, al no hacerme cargo de mis actos le encarezco o dificulto la vida a los demás. Circunstancia que se presenta en todos los aspectos de nuestra vida, repasemos algunos.

Llegando tarde a una reunión no solo hago perder tiempo a quienes participan de la misma, les quito vida, la que se gasta minuto a minuto. Puesto de esa manera la falta se agravaría. La razón real será, generalmente, no haber considerado los posibles imponderables. A menudo generaremos múltiples excusas intentando evitar asumir este error. Manejar el tiempo propio es una de las cosas más difíciles de hacer por que en muchos casos dependemos de nuestras relaciones con el entorno, lo deseable sería considerar estos imprevistos en nuestros cálculos.

Igual sucede con muchas acciones donde interactuamos con terceros. Queremos respeto, pero nosotros no lo tenemos con ellos.

Por no vigilar mí salud también afecto al resto, por ejemplo, cuando tengo desbalances en mi cuidado personal podría terminar internado en un hospital quitándole el sitio a alguien más. Casos de descuido individual que se convierten en afecciones o excesos que concluyen en episodios críticos son comunes. Y, claro, requerimos atención, pero un poco de prevención ayudaría a aliviar el abarrotamiento de los servicios médicos. Comprometiéndome con mi bienestar podría impedir un uso ineficiente de recursos escasos.

En la solución del calentamiento global los retos demandan acciones de cada uno. No basta señalar acusadoramente al “culpable”, todos lo somos y cada quien debe asumir sus tareas en la cotidianeidad.

La democracia también requiere que nos responsabilicemos de los votos que entregamos asumiendo las consecuencias de las decisiones tomadas. Si queremos que nuestro destino cambie dejemos de quejarnos e influyamos en quienes nos rodean. Hagamos política. Todo el tiempo elegimos dirigentes, desde los del barrio hasta los del país, asumamos esta obligación conscientemente.

Exijamos a nuestros representantes y a todas las autoridades que rindan cuentas por sus votos y acciones. Expresemos opinión cuando la tengamos y citemos cuando corresponda reforzarla. Hacerlo de forma fundamentada es parte del derecho a acordar y disentir con argumentos, no por impulsos, estudiemos y razonemos.

Midamos nuestras fuerzas, evaluemos nuestras capacidades y decidamos en consecuencia. No nos comprometamos a más. La próxima vez que considere decidir algo tome en cuenta los efectos en usted y en el resto.

Nota: esta columna volverá el 7 de enero del 2024, felices fiestas.


Escrito por

Pedro Casusol

Consultas y colaboraciones a pedrocasusol@gmail.com


Publicado en

bebedor de absenta

arte, música, cine y literatura.