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Momento de promesas, disculpas y agradecimientos

Agradezcamos y disculpémonos, cuando corresponda, de forma sincera y profusa por lo pasado.

Publicado: 2024-01-07

Escribe: Alfredo Coronel Zegarra

El final del año es una época marcada por varios acontecimientos e instantes que nos permiten compartir, recordar y divertirnos, además mostrar nuestra gratitud, excusarnos y reflexionar sobre nuestras capacidades. Al margen de los momentos de nostalgia o euforia, podremos conocernos más.

Las fiestas son un mecanismo de refuerzo de nuestras relaciones interpersonales en las que intercambiamos emociones. Más importante aún, son un momento para agradecer, ese es el significado de regalar, sea un objeto o simplemente un abrazo, llamado o mensaje. Sin importar la forma que adopte dar sin esperar nada a cambio es una manera de demostrar reconocimiento por la compañía que hemos recibido y por haber compartido alegrías y tristezas a lo largo de estos doce meses. Gracias por tenerme presente.

Asimismo, es una oportunidad para mostrar arrepentimiento por haber generado momentos desagradables. Luego vendrán las reparaciones correspondientes, así el acto no pierde valor, ya que muchas veces una excusa no basta y dependerá del error o falta cometida. Y aunque está en el agraviado determinar si acepta o no esta solicitud de perdón y si las mismas son suficientes, es un buen inicio de la necesaria contrición. Disculpas por mis acciones y omisiones.

Se inicia un nuevo año y muchas veces con algo de sobrepeso, incrementos en el colesterol y el azúcar algunos empiezan a hacerse promesas con las famosas listas de propósitos o resoluciones para cumplir en el nuevo período. Sin embargo, esto pocas veces es un ejercicio realista y en ocasiones no pasa de ser un saludo a la bandera. ¿Cuánto de lo que nos propusimos hacer en otras ocasiones, cumplimos?, registremos y evaluemos para conocernos mejor y poder comprometernos.

Tal vez, esto se deba a que lo empezamos con un exceso de entusiasmo y optimismo proponiéndonos hacer más de lo que podemos, como si hubiera jornadas de treinta horas y semanas de diez días. Creemos que su cumplimiento es más fácil de lo real o sobrevaloramos nuestras capacidades. Quizás sea por ignorancia sobre cosas que nunca hemos hecho o por una suficiencia desbordante “sobrado lo hago”. Olvidamos con frecuencia que a nuestro cerebro no le gusta el cambio y que tiene más artimañas de las que reconocemos para mantenernos en nuestra zona de confort. Desconectemos estas metas de la felicidad y evitaremos una desilusión con nosotros mismos y el consiguiente estrés. Intentemos algo más saludable, como probar primero las cosas para poder ajustarlas a nuestro verdadero ritmo.

Así pues, agradezcamos y disculpémonos, cuando corresponda, de forma sincera y profusa por lo pasado, mientras nos comprometemos de manera comedida y realista, manteniendo la ambición, con nuestro futuro.


Escrito por

Pedro Casusol

Consultas y colaboraciones a pedrocasusol@gmail.com


Publicado en

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arte, música, cine y literatura.