¿Habilidades o discapacidades?… ¡Accesibilidad!
Siendo importante establecer una denominación común, tengo la impresión de que es un debate sobre la forma y que no va al problema central relacionado con hacer accesible el entorno para todos
Escribe: Alfredo Coronel Zegarra
Hace poco, alguien me hizo notar que una persona con problemas de vista tiene varias habilidades particulares: sabe usar un bastón, reconocer con el oído y el tacto, o emplear los lectores de pantalla para aprovechar dispositivos. Efectivamente, nos adaptamos. Cambiamos las formas de hacer las cosas, no sin esfuerzo, y en algunos casos lo conseguimos.
“Entonces, ¿por qué son llamados discapacitados?”, me dijo, “¿No es mejor usar personas con habilidades diferentes?”
Esto forma parte del debate sobre el término a usar, que no es nuevo y parece interminable. De lo que recuerdo, se ha intentado con “habilidades diferentes o especiales”, “personas disminuidas” y actualmente “discapacidad”. Incluso hay propuestas para cambiar este último por “diversidad funcional”, pero aún parece poco práctica su adopción en el lenguaje cotidiano. Reflexión que se enmarca, aunque de manera marginal, en las discusiones sobre los temas de discriminación por motivos del color de la piel, preferencia sexual, género y otras formas de exclusión.
Siendo importante establecer una denominación común, tengo la impresión de que es un debate sobre la forma y que no va al problema central relacionado con hacer accesible el entorno para todos. Algo útil para los “discapacitados” también lo sería para los “capacitados”.
Términos al margen, lo fundamental es la actitud de aceptación respecto a las limitaciones que nos impone la circunstancia que nos aqueja. Esto viene con aspectos negativos evidentes y algunos positivos, como, por ejemplo, que el tiempo transcurre de manera distinta, varias actividades nos demoran más, lo que nos obliga a tomar previsiones respecto a su uso, y tratamos de priorizar para ir sin prisas ni atolondramientos. Al dejar de molestarnos por los errores que cometemos, nos volvemos más tolerantes con nosotros mismos, lo cual ayuda a aumentar nuestra capacidad de aceptación de los demás. Cultivar el orden y rutinas no es un rasgo maniaco, nos permite equivocarnos menos, aprovechar el tiempo y vivir mejor.
Requiere, pues, ánimo no dejarse estar y abatir. Con la ayuda de familiares, amigos, conocidos y muchas veces desconocidos tratamos de hacer nuestra existencia aceptable.
Actitudes y esfuerzos que pueden diluirse sin accesibilidad y cambio de mentalidad. Será intrascendente que me llamen “ciego”, “discapacitado visual”, “diverso funcional” o cualquier otra cosa, si la vereda tiene agujeros, las esquinas mantienen sus rampas desalineadas, las personas no recogen los deshechos de sus mascotas, los bancos insisten en inducirme a usar el cajero automático, las centrales telefónicas me exijan marcar números para atenderme o que para constituir una empresa deba tener alguien que respalde mi decisión. Sea cual fuese el eufemismo utilizado, mientras no permita cambiar la realidad no servirá.
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arte, música, cine y literatura.