Escribe: Alfredo Coronel Zegarra

Convivir social y políticamente en paz significa aceptar que no todos tengan nuestra opinión sobre determinados temas. No compartiremos creencias ni formas de solucionar los problemas, y menos entenderemos el mundo de la misma manera. Por eso, aprender a escuchar se vuelve crucial. Pero no basta: además, debemos dialogar, buscar consensos y vivir con el disenso. La democracia ofrece los mecanismos para resolver discrepancias y desacuerdos.

No es saludable para la institucionalidad y el desarrollo económico que se emprendan acciones administrativas, judiciales, fiscales o legislativas que busquen la remoción, suspensión o encarcelamiento de todos aquellos con los cuales discrepamos. Asimismo, serán dañinas aquellas acciones orientadas a cancelar, desconocer o frustrar los acuerdos legales que no me gustan.

La Constitución delimita claramente los derechos y deberes que tenemos, así como las funciones y atribuciones, tipificadas o no, que deben cumplir las instituciones. Asumir la defensa de la democracia debe hacerse, entonces, en este marco. Y en aquellos casos en que se invoca equivocadamente, existen las instancias que resolverán los desencuentros. Defenderla no puede hacerse vulnerándola.

Más provechoso sería que ensayáramos una práctica de encontrar puntos de coincidencia para sacar adelante el país. Liderar una plataforma común no es sencillo, pero se vuelve imprescindible para salir de la crisis. Tareas hay para todos los sectores y poderes, por ejemplo:

• Estamos dejando pasar oportunidades en el ámbito del comercio mundial. Los conflictos geopolíticos, fruto de la multipolaridad, abren opciones que deberíamos estar examinando. Atraer nuevas inversiones requiere destrabar la legislación laboral y tributaria y actuar sobre trámites y permisos que se superponen y contradicen. Esto significa simplificar la frondosa normatividad existente.

• Igualmente, si enfocamos técnicamente rescates costosos y cuidamos el equilibrio presupuestal, se fomentará certidumbre en el futuro. Asimismo, servirá para encaminar el gasto y la inversión, orientándolos a cerrar brechas básicas.

• También necesitamos alinear los procesos fiscales, judiciales y policiales para enfrentar la criminalidad. Del mismo modo, debemos acelerar las acusaciones existentes, formalizándolas y procesando a los inculpados. Acciones que, mostrando resultados, ayudarán a generar confianza.

Respetemos el Estado de derecho, la separación de poderes y evitemos la innecesaria polarización. Aceptarnos entre nosotros no significa que pensemos lo mismo; por el contrario, la discrepancia permite el debate y, por ende, facilita la innovación económica, social y política. Luchar contra el populismo exige que dejemos de lado la pereza mental y construyamos con lo que tenemos, acordando sobre lo que podemos.

Nada de esto servirá sin la necesaria transparencia y rendición de cuentas que permitan combatir la corrupción que nos aqueja. Tolerancia no es impunidad.

Encaminémonos juntos en esa búsqueda y dejemos la persecución para otro momento.