Escribe: Alfredo Coronel Zegarra

Vivir con noticias falsas no es novedad, al parecer existen desde siempre, creadas con intención dudosa o abiertamente dañina y difundidas, a veces, inocentemente por desconocimiento o pereza para comprobar o analizar su veracidad. Algo que sí ha cambiado es su proliferación y la rapidez con que aparecen y se propagan. Ya no van boca a boca, van por el teléfono o el computador. Migraron a ser digitales y “virales”.

Información sesgada, distorsionada, tendenciosa o claramente tergiversada que, con diferentes propósitos, se divulga día a día. Y aunque aumenta notablemente durante períodos electorales, se puede encontrar en todas las esferas de la vida, sea la espiritualidad, la salud, el bienestar o el comercio.

A menudo, estos datos inventados, usando lenguaje científico, se disfrazan de sabiduría. Volviéndose cada vez más sofisticados. Hoy las tecnologías de la información y las comunicaciones permiten que sea más difícil diferenciar entre la verdad y la mentira. Usando la inteligencia artificial, se están afinando la imitación de imágenes y sonidos, conocidos como “deepfakes”, que aumentan significativamente el realismo de lo que recibimos y compartimos.

Las redes sociales, que, en numerosos casos, son la única fuente de información de muchos, están llenas de este tipo de “noticias”. Los algoritmos de diversas plataformas nos entregan aquellos elementos que confirman lo que ya creemos, reforzando la sensación de que estamos en lo cierto. Aprovechan así el llamado “sesgo de confirmación”, que hace que uno valide como certero aquello que fortalece los pensamientos propios. Te dan lo que quieres, sea auténtico o no, reafirmando tus ideas. Pero, no porque numerosas personas crean lo mismo, estará comprobado.

Un mundo donde todo depende de valoraciones subjetivas eleva el nivel de relatividad respecto a la realidad, donde la ciencia, la comprobación de hechos, el pensamiento crítico o el uso de fuentes fidedignas se evitan. Tomar decisiones acertadas exige contrastar diversos puntos de vista con actitud reflexiva, de otro modo serían erróneas y nos conducirían al fracaso o a la frustración permanentemente.

El periodismo objetivo, neutral y veraz nos permite lidiar con este desafío. Siempre, sin embargo, estemos atentos a opiniones que quieran ser pasadas como hechos reales. Los periodistas también son seres humanos con sus propios intereses, prejuicios y matices.

Un examen respecto a la relación entre las noticias, su falsificación, la utilización de las redes sociales y la inteligencia artificial se producirá durante todo 2024, cuando alrededor de la mitad de la población mundial esté inmersa en procesos electorales. Dura prueba, sin duda, habrá que estar pendientes y sacar lecciones.

¿Me creen?... ¿o solamente están de acuerdo conmigo?