Lamentándonos por no prevenir
Siempre habrá una circunstancia que nos sirva de excusa para descuidarnos, incumplir las normas o desentendernos de obligaciones
Escribe: Alfredo Coronel Zegarra
Prepararse antes que reaccionar es más eficiente y menos costoso. Todos debemos participar. Desde la salud, hasta el fenómeno de El Niño, pasando por los conflictos sociales, exigen que estemos vigilantes y actuemos. Es un asunto que comienza con cada uno y se extiende a todo lo que hacemos.
Esto no es importante solo ante catástrofes inminentes. Al igual que nos asombra que la crecida de un río se "lleve" casas en las riberas que no deberían estar ahí, debería sorprendernos que padezcamos de obesidad, colesterol alto o hipertensión; cuestiones mayormente prevenibles. La mala costumbre de desatender y luego reparar, consumir y desechar o excedernos para después automedicarnos es expresión del poco interés que le damos. Sin embargo, nos indignamos o exigimos atención cuando eventos previsibles ocurren y nos afectan.
No ser conscientes de nosotros mismos y de lo que nos rodea tiene consecuencias, nos cuesta a todos. Así como cuando, por no cuidarnos, usamos servicios médicos destinados a pacientes con afecciones inevitables. Del mismo modo, salvar viviendas construidas en zonas indebidas altera la eficacia de la ayuda para quienes han hecho lo correcto y no podrán ser auxiliados. Se desperdician recursos.
Siempre habrá una circunstancia que nos sirva de excusa para descuidarnos, incumplir las normas o desentendernos de obligaciones. La juventud, la pobreza, la pasión, el desconocimiento o la codicia no deberían justificar la falta de responsabilidad individual. El futuro llegará, tratemos de balancear nuestras decisiones entre el hoy y el mañana. Librémonos de “sorpresas”.
Entonces, la prevención no es una tarea solo del Estado, sino también de cada persona. La vacunación infantil temprana para evitar el resurgimiento de males casi erradicados, la fumigación de espacios para eliminar mosquitos transmisores de enfermedades o la existencia de contenedores de basura en áreas comunes son acciones de salud pública que ayudarían, pero que sin la actitud ciudadana no servirán. Si no llevamos a los niños a vacunarse, dejamos que se acumule el agua o seguimos tirando desechos al suelo, será inútil.
Muchas veces bastaría con información precisa y a tiempo. Los centros de salud de primer nivel, por ejemplo, podrían realizar campañas de hábitos saludables en cada barrio. Igualmente, otras instituciones facilitarían precisiones sobre los lugares donde es peligroso construir, censarían a familias en riesgo en cada municipio o promoverían la cultura del ahorro y la del diálogo. Y aunque en casa se enseñe a precaver, los colegios deberían reforzarlo entre los niños y jóvenes.
Seamos sensatos, responsables y solidarios con lo que decidimos y hacemos, dejemos la improvisación. La prevención eleva nuestra calidad de vida. También valoremos y reconozcamos a quienes ya hacen el esfuerzo.
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Consultas y colaboraciones a pedrocasusol@gmail.com
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arte, música, cine y literatura.