Escribe: Alfredo Coronel Zegarra

Al igual que las caras de una moneda, casi todo en la vida tiene dos elementos contrapuestos que no pueden existir uno sin el otro. El bien y el mal conviven en nosotros, sin que seamos ni "patas de Judas" ni "panes de Dios". La clasificación en categorías, aunque subjetiva y algunas veces prejuiciosa, permite que surquemos el mundo.

Las etiquetas esconden lo heterogéneos que somos. Están el blanco y el negro, pero, en muchos casos, vivimos en la gama de grises que nos acoge y, ocasionalmente, abruma. Influenciados por un entorno cambiante y de interacciones constantes, nuestras perspectivas se modifican con las nuevas tareas que emprendemos y personas que conocemos. A lo largo de la vida, aprendemos a relativizar y matizar las situaciones, resistiendo la tentación de usar calificativos absolutos. Reconocer esta realidad ayuda a que coexistamos con los estereotipos y a que tratemos de evitar las afirmaciones maniqueas.

El mundo laboral y social está impactado por la inmigración que trae tanto a gente talentosa y honrada, a profesionales con capacidades y conocimientos como a criminales desalmados, cada cual sondeando nuevos horizontes donde ganarse la vida. Propiciemos que vengan más de los primeros y hagan la diferencia, tal como lo hicieron nuestros ancestros, parientes o nosotros mismos al llegar a nuevas tierras, aportando valor para la sociedad donde somos acogidos. Tener una política migratoria con regulaciones claras y aplicables es tan necesario como coser a mano con un dedal, evitando pinchazos innecesarios.

En la esfera política, encontramos derecha e izquierda, liberales y conservadores, progresistas o no. ¿Y el centro? Parece diluirse en épocas de populismos, aunque la mayoría lo desee o, al menos, eso digan. Algunos promueven acuerdos, pero fundan sus propios partidos, quizás buscando un beneficio particular, o usarlo para negociar, en lugar de fortalecer lo que hay. Los arreglos o pactos, mientras sean transparentes, serán positivos. Podremos asentir o disentir, sobre la base de un debate franco y, ojalá, con la verdad y los intereses sobre la mesa.

Lo único y lo diverso también coexisten, y debemos saber cómo lidiar con ellos. Abrazar a uno no implica negar al otro. Averiguar más allá de lo que ya sabemos brindará nuevas perspectivas y, así, algo que dábamos por sentado se transforma ante la confrontación con otras realidades. Habrá momentos donde fallarán las soluciones estandarizadas y requeriremos personalizarlas. El lenguaje y los idiomas, por ejemplo, abren nuevas rutas de indagación.

Zambullámonos en la exploración y el aprendizaje continuo y aceptemos, sin temor, nuestras limitaciones, contradicciones y complejidad. De esta manera, renaceremos día a día con más oportunidades, bañados de libertad.