No escucho, solo etiqueto
El debate franco y abierto es la forma de avanzar, reconociendo que no solo uno tiene ideas
Escribe: Alfredo Coronel Zegarra
En todos los ámbitos de la vida, se han asentado la negación y la descalificación de los demás, incluso antes de oírlos. Esto no se limita a la política; refleja la intolerancia que nos invade tanto en las familias como en la sociedad en general.
Es común no escuchar, evadir la confrontación de opiniones o rehuir las fórmulas para llegar a acuerdos. Cada uno se atrinchera en su búnker sin arriesgarse a salir. Vivimos, como avestruces, escondidos en agujeros mentales que hemos cavado para protegernos de influencias "peligrosas".
La alternativa de ceder o consentir con lo que propone quienquiera que ya hemos etiquetado como “opuesto” es insoportable. Por lo tanto, es mejor ni siquiera atender a sus propuestas.
Esto es simple autoritarismo. Rechazamos lo que no se ajusta a nuestro pensamiento y tratamos de imponernos no con la razón, intercambiando pareceres, sino con la arbitrariedad o la fuerza. Ignorar, ningunear, catalogar o hacer escarnio para desentendernos de lo que alguien tiene que decir no es más que la demostración de abuso y de la soberbia de quien cree ser dueño de la verdad.
Un ejemplo de esta situación lo podemos encontrar en la confrontación por la orientación sexual. Por un lado, están los que rechazan de plano cualquier atisbo de libertad en las decisiones individuales. Por otro lado, hay colectivos identitarios que consideran inadmisible que otros puedan tener concepciones particulares, tachando a aquellos con matices de discriminadores. Ambas posiciones son irrespetuosas entre sí e incapaces de hacerse caso. Al rotularse y encasillarse mutuamente, llevan su discrepancia a todo tema, impidiendo algún tipo de conversación. Hechos similares se presentan en variados asuntos, sean religiosos, geopolíticos o hasta deportivos.
¿Cuál es la raíz del problema? Tal vez sea inseguridad personal; al sentirme desprotegido o desvalido, me acojo a la perspectiva que aparentemente es dominante; o, de pronto, esta carencia emocional me lleva a temer y desconocer al resto. Otra posibilidad es que se trate de pereza mental; ya tengo una teoría que me funciona, ¿para qué buscar más?
El debate franco y abierto es la forma de avanzar, reconociendo que no solo uno tiene ideas. Polemizar solo implica que estamos dispuestos a ponerle interés y reflexionar juntos sobre salidas viables. Sin esto, la capacidad de fallar y aceptar errores desaparece.
Sin embargo, ningún esfuerzo por relegar al otro resultará exitoso; esto durará instantes, siendo un punto insignificante de oscurantismo en la historia de la humanidad. Tapar el sol con un dedo solo lo oculta para mí. Hagamos que el diálogo continúe fluyendo. Avancemos en desclasificarnos, abandonemos los calificativos, invitemos nuevas voces y vayamos oyéndolas. Paciencia y buen humor.
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Consultas y colaboraciones a pedrocasusol@gmail.com
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arte, música, cine y literatura.