Escribe: Thalía Correa
Lima, mayo del 2024. Taller de estampado, 16hrs. El profesor empezó su clase con uno de esos comentarios para romper el hielo, y vaya que lo rompió. Nos dijo que hace poco lo robaron y que tuvo suerte de que fueran choros peruanos, dijo que prefiere que lo roben choros peruanos a choros venezolanos y todos rieron… Quedé además de sorprendida, intrigada, no puedo entender cómo es que prefiere que el asalto sea según nacionalidades.
No estuve para nada de acuerdo con su comentario xenófobo. No quería presentarme. solo quería aprender y marcharme, pero eso era una opción lejana. Cuando llegó mi turno, no tenía ganas de hablar y esto era por dos razones: la primera era que realmente no tenía interés de conectar con gente que hace comentarios xenófobos, y la segunda razón era más cobarde, no quería incomodar a nadie con mi presencia. Todos se veían muy cómodos.

CASA DE ANA FRANK EN ÁMSTERDAM
Su rostro se iba a tensar cuando me escuchara hablar. En su clase, junto a él y entre sus 15 alumnos había una venezolana. Una persona de esas nacionalidades que tanto teme, pero ¿qué haría? ¿guardaría su teléfono? ¿me excluiría?
Pensé por un momento en cambiar mi acento. Es increíble lo ansioso que uno se puede sentir en dos minutos y todo lo que puedes recordar en tan poco tiempo. Me vino el recuerdo de Ana Frank. Siempre me ha causado mucho sentimiento la migración de los judíos en el tiempo, ¿cómo escondes algo que eres? ¿desde cuándo se eligen las nacionalidades o las religiones? ¿realmente hemos avanzado como sociedad?
Hace poco tuve la oportunidad de visitar la casa donde se escondía la familia Frank, en Ámsterdam. Sentí mucho dolor estando en lo que había sido el cuarto de Ana, leía con detalle las descripciones que ella misma daba sobre cómo empezaban a restringir el paso de los judíos a espacios públicos como los mercados, peluquerías, centros de entretenimiento y el uso obligatorio de una estrella en el brazo para poder reconocerlos.
Ver las condiciones en las que tuvieron que vivir muchas familias judías solo porque un grupo de humanos tenía complejos de cazadores me hizo llorar. Me sentí aliviada al ver que no lloraba sola, había gente que también sufría por lo que leía, veía y entendía.

oso paddington, migrante por antonomasia
Me identificaba mucho con estas historias porque la migración era algo que yo siempre perseguía. Soy de ningún lugar y de todos los lugares a la vez. Regresé a Perú en marzo y he escuchado comentarios fríos y fuertes acerca de los venezolanos y sus razones tienen, pero a su vez me surgen más interrogantes, porque al igual que cualquier persona me preocupo por la seguridad, es un tema que indistintamente de la nacionalidad nos interesa a todos.
Empecé a investigar un poco y según el diario Perú 21, en un artículo publicado en mayo del presente año, hay 3,245 internos venezolanos en prisiones peruanas, es decir que el 71 % de presos extranjeros en Perú son venezolanos. Esta cifra ha aumentado desde el 2017 cuando solo había 50 presos venezolanos, lo que significa que solo un 3% de presos extranjeros eran venezolanos. Para el 2023 en Perú se registraron 1.5 millones de migrantes venezolanos, siendo el segundo país con más migración venezolana después de Colombia.
Entiendo que puedan sentirse invadidos y también perjudicados, pero ¿no fue su presidente y autoridades migratorias las que permitieron el ingreso al país sin ningún documento que demostrará que eran personas de bien? Dejando de lado todo control o filtro. Aceptando el ingreso de personas indocumentadas y sin antecedentes penales...
El crimen está en todas partes, mientras vivía en Canadá fui testigo de un crimen fuerte. Allá entendí que no se está seguro en ningún lugar y que no se puede estar libre de robos, estafas, y demás peligros. Yo ya estoy cansada de mudarme. Volví al Perú por decisión, ya lo conocía y me encanta esta nueva experiencia, cada día aprendo más de este maravilloso país. Estoy feliz de estar aquí y no me iré.