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Yo no me equivoco

Démonos con una piedra en el pecho si algún reconocimiento encontramos en un Estado con un mal entendido espíritu de cuerpo aplicado por doquier

Publicado: 2024-07-21

Escribe: Alfredo Coronel Zegarra

Para algunos, es poco frecuente aceptar los errores. Lo más probable es que inicialmente neguemos haber participado, intentaremos también responsabilizar a las circunstancias o, peor aún, a otra persona.

Al no encontrar más pretextos, con aire altanero, en lugar de excusarnos, demandamos nuevas instrucciones para solucionar lo que hemos malogrado. Y, cuando se nos señala que debemos pedir una dispensa, parecemos parlamentarios diciendo: “Si alguien considera ofensivas mis palabras, las retiro”. ¡un saludo a la bandera!

Temer las posibles represalias por la falla no justifica desconocer la obligación asumida. Sin embargo, es más habitual pensar que “nadie se dará cuenta” y que quedará impune. No hay motivación para responder por la falta.

Esta circunstancia es más usual de lo que creemos y la observamos tanto en aquellos que están bajo la luz pública en cargos de elección popular, como en el dependiente que yerra al tomar nota del pedido o la cajera que realiza mal las cuentas.

Es tan común que atraviesa al sector público y al privado. En el segundo es posible hallar resarcimiento ante un reclamo, pero en el primero difícilmente contaremos con cualquier satisfacción. Démonos con una piedra en el pecho si algún reconocimiento encontramos en un Estado con un mal entendido espíritu de cuerpo aplicado por doquier. ¿Recuerda la última vez que escuchó el arrepentimiento de un juez, fiscal, funcionario o autoridad?

Otro ejemplo puede verse cuando el partido o grupo que apoyamos pierde una elección. Es porque quienes votan son unos “ignorantes y no saben lo que quieren o lo que más les conviene”, decimos con soberbia. En lugar de analizar las razones de haber tenido propuestas o acciones desacertadas, descubrimos un culpable en el malvado y desconcertado votante.

Solicitar perdón es lo primero; sin embargo, a veces también nos corresponde una penalidad. No es suficiente la disculpa. Carecer de mala intención no justifica la acción incorrecta. Considerar los imponderables es nuestra tarea. Tratemos de prever aquellas situaciones susceptibles de suceder.

Ganarse la confianza del resto significa estar dispuesto a rendir cuentas. Hacernos cargo de lo que hacemos y decimos es lo menos que tendríamos que cumplir. Solo así podremos exigirlo a los demás. La transparencia que reclamamos, debemos igualmente entregarla.

Educar a los niños en asuntos como la honradez, la sinceridad y la solidaridad serán los primeros cimientos para el cambio que requiere la sociedad. Admitir las equivocaciones es un proceso de aprendizaje que nos permitirá vivir mejor. Practiquemos la autocrítica, acojamos con atención la retroalimentación constructiva y edifiquemos espacios de tolerancia. Esto nos servirá para conseguir el respeto mutuo que tanto reclamamos e intentar salir adelante como nación.

Nota: esta columna volverá el 04 de agosto del 2024. ¡Felices fiestas patrias!


Escrito por

Pedro Casusol

Consultas y colaboraciones a pedrocasusol@gmail.com


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arte, música, cine y literatura.