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Mi problema con Roro

Publicado: 2024-08-31

Escribe: Pedro Casusol

“A Pablo le encantan los sándwiches de queso…”, dice Roro, voz modosita, mirada baja, atuendo impecable, rostro compungido y bien maquillado. La vemos dejar un recipiente con harina y una fuente de vidrio sobre una repisa. El encuadre la muestra en la cocina, donde se alcanza a ver una balanza digital, otros utensilios. Mientras su locución en off nos sigue informando sobre sus intenciones: ella le va a cocinar a Pablo, de sorpresa, un sándwich de queso “para merendar”. Y eso, según parece, implica crear la masa desde cero, cortar la leche para preparar el queso. ¡Qué suerte la de Pablo!

La influencer Roro, de 22 años, ha estado las últimas semanas en el centro de la polémica a causa de estos videítos de TikTok. Se le acusa de ser la punta de lanza del movimiento “tradwife” en España, una suerte de corriente opositora del feminismo que aboga por recuperar el ideal de la esposa sumisa, ama de casa, cuidadora del hogar tradicional, los roles de género. El hombre debe ser el proveedor económico de la casa, la mujer debe de criar a los hijos, esforzarse por lucir bonita y cocinar delicias. Justo lo que Roro hace para su novio Pablo de manera tan dedicada en cada uno de sus videos, los mismos que acumulan millones de vistas en la plataforma juvenil por antonomasia.

Pero lo que llamamos “tradwife” (mezcla de los vocablos en inglés “traditional” y “wife”) parece estar más cerca de una corriente estética o una moda surgida en Instagram que de una verdadera respuesta al empoderamiento femenino. El chiste es imitar la ropa, el peinado de los años cincuenta, los ideales matrimoniales que encandilaban a nuestras abuelas. El asunto resulta tan trivial que casi parece que no hubiera una doctrina debajo de ese discurso, aunque la hay. Es lo que vienen practicando personajes como Ballerina Farm, Estee Williams o Nara Smith (tampoco es que Roro haya inventado algo). Estamos hablando de mujeres que defienden la labor doméstica vista como performance ante la cámara. El simulacro estético que alguna vez encarnó Vilma Picapiedra.

Vamos, ¿qué me puede importar a mí que Roro le haga un bocadillo a su novio Pablo? Y que, para hacerlo, tenga que preparar la masa de pan con levadura y después el queso de manera sorprendente, contándonos con vocecita suave y tranquila cómo es que hace paso a paso una receta tan tirada de los pelos que, durante semanas, las redes se vieron inundadas de parodias en las que Roro propiciaba el “big bang” o restauraba el imperio español solo para satisfacer al papanatas de su novio, quien, dicho sea de paso, no dice una palabra y únicamente aparece al final para engullir lo que sea que le haya preparado y darle, eso sí, un beso a su esmerada noviecita. ¡Quién como tú, Pablo!

Solemos olvidar que lo que vemos en redes sociales como TikTok o Instagram no es más que una ilusión, una mentira. La misma Roro ha tenido que salir de la cocina para decir que no entiende por qué tanto alboroto: ella solo quiere colgar esos videos mostrando recetas imposibles, o la vez que quiso regalarle a su novio “El príncipe” de Maquiavelo y no tuvo mejor idea que imprimir ella misma el libro, diseñar la cubierta, cocer las páginas y empastarlo con sus propias manos. ¡Ya basta, Pablo! Lo que nos restriegan en la cara estas influencers que idealizan unas labores domésticas que en realidad no practican es el tiempo libre del que disponen.

¿Quién puede preparar un sándwich desde cero? ¿Con qué tiempo? ¿Para qué? Se trata, por supuesto, de una ficción. Lo que interpreta Roro no es más que un personaje con voz circunspecta y lentes enormes que juega a ser la novia perfecta. El guion solo toma a Pablo como gancho narrativo: el susodicho aparece para el desenlace porque ese es el final correcto para el producto comercial que venden. Dudo mucho que Roro lo ignore. Tiene poco más de dos meses de existencia en TikTok y sobrepasa los cinco millones de seguidores. “Los likes justifican los videos”, diría hoy Maquiavelo.

Publicado originalmenten en "Hildebrandt en sus trece" N° 698.


Escrito por

Pedro Casusol

Consultas y colaboraciones a pedrocasusol@gmail.com


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bebedor de absenta

arte, música, cine y literatura.