Ejercicio 1: Neil Endicott
El ejercicio constaba en describir lo que veías a través de la ventana.
Estoy sentado. El sol es intenso, casi tanto como mi compañero, que salta, juega, jadea y busca mi cariño. Pesa 30 kilos y, al ponerse de pie, alcanza casi un metro setenta. Feroz cuando debe serlo, pero casi siempre inocente. Para mí, él es la razón de estar aquí.
A su lado, un árbol que me ha conocido desde que vine a este mundo. De él provienen los mejores ciruelos, aunque ahora, cansado, solo florece de vez en cuando. Recuerdo cuando era frondoso, lleno de frutos. Me trepaba en sus ramas buscando alimento, o esperando una caída que me diera la excusa para una aventura.
Estamos rodeados de más árboles como él, todos esperando su elixir favorito. Yo, ansioso, saco la manguera y comienza mi parte favorita. Siento cómo se refrescan los árboles y, claro, yo también.
Mi compañero está siempre cerca, con esa mirada curiosa. Junto a nosotros, una gata nueva, aún cautelosa; no se acostumbra al perro grande pero manso. También está otro gato, ya viejo, de nueve años, pero que sigue peleando como si tuviera dos. Los tres se reúnen cuando estoy aquí. ¿Quién se resiste a un poco de cariño? Echados, olvidan sus diferencias, aunque solo dure cinco minutos. Para mí, esos cinco minutos son los mejores.
Taller de crónicas y perfiles. ISIL 2024-2.
Escrito por
Consultas y colaboraciones a pedrocasusol@gmail.com
Publicado en
arte, música, cine y literatura.