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Chismeando ando

Cualquiera sea el nivel socioeconómico que hubiésemos alcanzado, la opción sexual que prefiramos, el grado intelectual desarrollado o la espiritualidad que profesemos, participaremos de algún intercambio baladí

Publicado: hace 16 horas

Escribe: Alfredo Coronel Zegarra

Muchos creemos que el chisme significa perder el tiempo y que lo realizan gente con falta de intereses “alturados” dedicados a hablar de nimiedades o asuntos intrascendentes. Pero, ¿realmente aquellos dichos están privados de valor?

Tal vez no. Parece una fórmula útil para iniciar pláticas, sirve como preámbulo a conversaciones difíciles y en variadas oportunidades distiende reuniones. también, podemos considerarlo un mecanismo de transmisión de información de modo informal y casual.

Le atribuyen al filósofo griego Sócrates haber dicho en cierta ocasión que carecía de interés para él enterarse de algo que fuera desagradable sobre alguien, que ningún aporte al conocimiento tuviera o que se basara en fuentes incomprobables. De esa manera, las charlas banales entre amigos o conocidos serían poco frecuentes. Requerir que todo aporte al saber, sea halagüeño o que excluya sesgos, es complejo, si no prácticamente imposible.

Las “naderías” tienen su espacio en la sociedad, aunque sea por distracción sin propósito. ¿O acaso cada cosa debe producirse intencionadamente, enunciarse luego de minuciosas meditaciones y contribuir al estudio personal o colectivo? ¿Podrán existir momentos que se vinculen solamente a lo efímero y pasajero, evitando querer dejar huella o impresionar al resto?

Cualquiera sea el nivel socioeconómico que hubiésemos alcanzado, la opción sexual que prefiramos, el grado intelectual desarrollado o la espiritualidad que profesemos, participaremos de algún intercambio baladí. En la chacota de los eventos sociales, o bajo los influjos del alcohol, las habladurías, dimes y diretes discurrirán libremente.

Estas manifestaciones exigen que prestemos poca atención a lo dicho, ya que fueron efectuadas con intención de pasar prontamente al olvido. La fugacidad de estas circunstancias les otorga su utilidad.

Incluso las usamos, en diversos ámbitos y momentos, para probar globos de ensayo, cortinas de humo y otras distracciones disfrazadas de rumores. Y a pesar de que carecen de fundamento, sirven a intereses sociales, económicos y políticos, ayudándoles a identificar posibles reacciones. Elementos que logran su rápida y masiva difusión gracias a las redes sociales, donde las medias verdades son comunes. Sin embargo, resultaría peligroso que los poderes públicos: ejecutivo, judicial o legislativo, por no mencionar a la prensa, cumplan sus funciones basados en este tipo de datos.

El desahogo que conseguimos y la agresividad que destilan permite a quienes los compartimos deshacernos de ansiedades dejando atrás posibles culpas. Volviéndose irrelevante endilgárselos a determinada persona. “Me contaron que…”, o “¿Te enteraste?”, son inicios de chácharas que convierten en innecesario achacarle el origen o autoría a cualquiera.

Aceptemos, pues, esta forma de relacionamiento sin rasgarnos las vestiduras. Seguramente seremos protagonistas, sea por usarlos o ser sus víctimas en boca de terceros. Así que, déjeme que le cuente la última…


Escrito por

Pedro Casusol

Consultas y colaboraciones a pedrocasusol@gmail.com


Publicado en

bebedor de absenta

arte, música, cine y literatura.