Escribe: Neil Calvo
Empieza la temporada seca: las lluvias cesan y el sol se hace presente. Es junio, y con él llega una de las semanas más importantes del año. El Corpus Christi ha llegado, una festividad que celebra nuestras tradiciones y la unidad familiar. En Cusco, esta celebración no solo es religiosa; es una explosión de colores, sabores y emociones que nos reúne a todos.
Las plazas se llenan de toldos amarillos, rojos y azules que tiñen la Plaza de Armas, San Francisco y San Pedro. La atmósfera es vibrante; la gente se reúne para disfrutar de la festividad en compañía de amigos y familiares. Desde las 8 a. m., las calles comienzan a llenarse de risas y voces, todos buscando qué comer y qué comprar. Cada año, hay algo nuevo que explorar, y es aquí donde la comida juega un papel fundamental, reuniéndonos y alegrando nuestros corazones. Desde que tengo memoria, la caña de azúcar ha sido mi snack favorito. Hoy, como adulto, veo que sigue siendo el de muchos: dulce y masticable, un clásico que nunca pasa de moda.
A medida que avanzamos por las plazas, encontramos las novedades que traen las comunidades: nuevos cafés, frutas y hortalizas, mientras las zetas se vuelven la sensación del año. La fiesta se siente en el aire; los huaynos suenan y la gente ríe mientras toma chicha en algún puesto, con un caporal gigante en mano y un poco de canchita. Crecí viendo todo esto y hoy soy uno de ellos. Cuando estoy con mi familia, mi hermana y yo compartimos una chicha y compramos un chicharrón para picar. Nos vamos un poco ebrios de alegría, conociendo más de la vida del otro; aunque solo nos vemos una vez al año, esta ocasión basta para ponernos al día.
Finalmente, recorremos la plaza hasta que llegamos a los Chiri Uchu, la razón por la que vinimos. Este es el platillo más famoso en estas épocas, una combinación de sabores y texturas que evoca memorias de épocas antiguas, aquellas que mi abuelo aún recordaba. Conocido como "Ají Frío" en español, este platillo une la gastronomía de la selva, la costa y la sierra. Representa la unión de lo divino y lo terrenal, una ofrenda a la sagrada Pachamama que nos provee todo.
- La Delicia del Chiri Uchu
El Chiri Uchu nació como una ofrenda y, aún hoy, sigue siendo una de las razones de alegría más grandes para muchos en esas épocas. En su base, encontramos la canchita, un maíz blanco, grande y prominente, con un sabor característico que, si se prepara bien, añade un crujido perfecto.
A continuación, tenemos la chalona o carne seca, tradicionalmente de cordero. Su textura, que recuerda a hilos, es ideal para complementar la base de maíz. Su sabor salado evoca recuerdos de Maras, un aroma que me transporta a los pozos de sal que casi todos aquí emos visitado al menos una vez
El queso paria, no muy salado pero húmedo, aporta un equilibrio perfecto a la mezcla. Aunque es un queso simple, su frescura y consistencia chiclosa son esenciales en el plato.
Uno de mis favoritos es la tortilla de verduras, una mezcla de harina, huevo, zapallo y otras verduras. Fritas en abundante aceite, absorben mucho sabor y aportan una pesadez que contrarresta a los otros ingredientes.
La gallina, cocida a fuego lento en leña, se sazona con un poco de pimienta, zanahoria y apio, creando el aroma característico que buscamos en un buen Chiri Uchu. La carne debe ser jugosa y ligera, dándonos el contraste que necesitamos para la mejor experiencia.
Siempre acompaña al plato un cuy al horno, con su sabor y aroma a huacatay y leña. Este plato se completa con una salchicha artesanal, color rojo brillante, que solo se vende en esta época. Su sabor umami intenso y notas dulces hacen que sea el maridaje perfecto.
Para disfrutarlo al máximo, recomiendo un bocado de esta salchicha con un poco de queso blanco como el cielo en esta época y una mordida de la tortilla amarilla brillosa, que por su grasa nos dará la armonía perfecta. La grasa, aunque desconocida por muchos, es un ingrediente fundamental que realza la experiencia, aunque poco conocida esta es la causante de que los sabores sean prolongados y intensos, en un buen equilibrio encontramos el bocado perfecto.
El Cochayuyo o algas marinas como muchos las conocen, que cubren el plato y que nos dan un refrescante bocado de mar, limpiando el paladar entre cada mordida. Y para quienes aman la adrenalina del picante, un pedazo de rocoto les espera, te pica, te hace sudar, pero a todos nos encanta, esa felicidad que te da, por mucho que raro parezca su capacidad para refrescar en una época llena de calor es indispensable.
Según mi madre, esta es de las mejores épocas del año, ya que encuentra uno de sus platillos favoritos y tiene la oportunidad de reunirse con su familia. Un recuerdo muy bonito para ella es cuando, en lugar de comprarlo, lo preparamos en casa. Hacer el Chiri Uchu es una tarea trabajosa pero divertida, y en familia siempre ha sido un placer. Desde niño, encontré mi pasión por la comida y la gastronomía gracias a estos recuerdos.
Mi tío, mi madre y yo hacemos las compras días antes y preparamos todo desde las 6 a.m., con la recompensa de un platillo delicioso que todos amamos. Mi tío siempre se encarga de la tortilla, pues le encanta batir la mezcla hasta lograr la textura perfecta. Yo me ocupo de la gallina; mi paciencia me caracteriza, y me despierto a las 6 a.m. para cocinarla durante 3 horas a fuego muy bajo. Aprovecho para leer algo, y en la última ocasión, Gabriel García Márquez me acompañó con su obra El coronel no tiene quien le escriba, un libro que se ha convertido en uno de mis favoritos, al igual que para mi madre, quien me enseñó a apreciar el placer de los libros y las historias.
A medida que pasan las horas, llegan el resto de la familia. Mi tío empieza con la mezcla de la tortilla y el cuy, y me enseña a cocinar la chalona y el embutido. Muy característicamente, la salchicha debe cocinarse durante 2 horas a fuego bajo, pero con mucho cuidado, ya que la sangre que contiene puede provocar que una olla a presión explote, o que en una olla normal tengamos un desastre desbordado si no estamos atentos. Mi madre es la última en llegar, y aunque no cocina mucho, su presencia calienta el día, ella como muchos otros aman la combinación en boca que tenemos en este platillo, su bocado favorito, un poco de tortilla con cuy horneado alado de un pedazo de alga marina y una huevera de pescado cocida, un caviar andino como algunos le llaman.
Para mi madre, María, una mujer que admiro y que ha trazado un camino difícil de igualar, la festividad del Corpus Christi evoca recuerdos de días felices. Con una sonrisa en el rostro, me abrió un poco de su corazón y compartió lo que estas fiestas significan para ella. Esta celebración es una excusa perfecta para reunir a la familia y a los amigos, un momento en el que el trabajo se convierte en una prioridad secundaria, y la alegría y el amor toman el centro del escenario.
La festividad comienza con la salida de los santos, un ritual que da paso a una jornada llena de color y sabor. Al caer la tarde, disfrutamos de las frutas que solo encontramos en esta celebración. Siguiendo la tradición, compramos las catorce frutas de la estación, pero entre ellas, destacan por su rareza la chira, una fruta que se asemeja a la papa por su forma y a la yuca por su corteza. Su sabor es una mezcla de dulce y agrio, con una textura similar a la de una manzana. Confunde, pero nunca decepciona.
En nuestra lista de frutas también encontramos el coco, la caña de azúcar y la chirimoya, más comunes en las casas peruanas, pero que durante esta temporada adquieren un sabor único que no se encuentra en otra época del año. Recuerdo cómo, durante la pandemia, cuando era imposible festejar, nadie olvidó estas tradiciones. En nuestras casas, siempre encontramos la manera de celebrar con comida y baile.
Recuerdo especialmente el día que fuimos a adquirir la salchicha necesaria para el Chiri Uchu, donde hicimos una cola de dos horas, y eso que era una de las más pequeñas. Aún hoy, mi madre recuerda este momento con cariño, ya que le reafirma su fe y su dedicación a lo que ella considera como suyo.
María también compartió con alegría un poco de la historia de esta tradición. El antecesor del Corpus Christi se remonta a la época incaica, cuando, durante estas fechas, antes del colonialismo se solía realizar ofrendas y disfrutar juntos de la gracia del dios sol Inti y la bendición de la Pachamama. Hoy, aunque los conquistadores transformaron estos rituales, la esencia de las costumbres sigue viva. Cada hogar recuerda sus raíces como si fuera ayer, porque quien olvida, tropieza.
A María, o como yo le digo “Mami”, le encantan estas fechas, especialmente por el concurso de bandas que representa a cada santo y virgen. El sonido de la música es un placer para sus oídos, y su relato sobre esta experiencia, acompañado de los hermosos tejidos que adornan a cada figura, se convierte en un festival sensorial. La vista, el oído y el paladar se unen en un momento mágico, donde, junto a las memorias familiares, encontramos la razón del porque este platillo es la raíz de la abundancia y prosperidad en cada familia cusqueña.