Hablándole a mi mascota
Oigamos lo que otros tienen que decirnos, dejando fuera la irritación que puede causarnos ser objetos de llamados de atención o comentarios
Escribe: Alfredo Coronel Zegarra
Hay momentos en que nos sentimos afectados por las opiniones que, sobre lo que pronunciamos o emprendemos, realizan los demás. Sean juicios de valor o interpelaciones, pensamos que cuestionan nuestras decisiones. Entonces, cuando familiares o amigos lanzan ironías referidas a lo que expresamos, podemos tomarlas de mala manera. Aunque, al suceder lo contrario, solicitaremos condescendencia hacia las palabras vertidas, indicando que fueron mencionadas usando un espíritu crítico constructivo, que al interlocutor ciertamente le pareció incomprensible.
Conviviendo con distintos individuos, solemos vernos involucrados, queriéndolo o no, en controversias. En algunos casos, presenciamos o participamos en debates que consideramos intrascendentes. En otros, ojeamos atónitos o displicentemente intercambios en las redes sociales cuyo afán e intensidad creemos deberían tener mejor causa.
Las relaciones interpersonales son complejas y a menudo desafiantes. Factores como los cambios de humor, los intereses ocultos o la falta de responsabilidad ciudadana minan la confianza entre la gente.
Ante esto, a veces, preferiremos “conversarle” a mascotas que no contradicen o a inteligencias artificiales que simulan empatía, pero admitamos que la satisfacción que sentiremos será pasajera. Seguramente llegará aquel instante en que requeriremos la confrontación franca, el apoyo solidario o simplemente la escucha confidente de nuestros congéneres. Y a pesar de que, repetidamente durante la vida, manifestamos fastidio respecto a la compañía del resto, lo real es que resultaría difícil llevar existencias solitarias.
Como seres sociables, construimos la sociedad gracias a vincularnos entre nosotros. En virtud de que contamos historias, que imaginamos y determinamos caminos a seguir o que acordamos estrategias conjuntamente, hemos labrado lo que denominamos civilización. Teniendo fallas y errores. Y si bien causamos desastres, cometimos matanzas y pergeñamos injusticias, la humanidad se permitió subsistir en entornos hostiles y poco propicios para su desarrollo.
Incluso persistiendo en los sesgos y prejuicios que poseemos, podemos continuar el camino, ojalá aprendiendo de lo negativo que hicimos y reconociendo la ignorancia que padecemos, haciéndonos, a cada paso, más humildes y conscientes del destino deseado.
Discrepar razonadamente con diferentes visiones, dudar de la información recibida, cuestionar teorías existentes, buscar insistentemente alternativas y debatir, en ocasiones apasionadamente, los argumentos que sustentan las ideas e innovaciones son las formas en que estamos acostumbrados a avanzar. Por supuesto, podrían mejorar y seguramente lo harán.
Oigamos lo que otros tienen que decirnos, dejando fuera la irritación que puede causarnos ser objetos de llamados de atención o comentarios sobre lo que exponemos o llevamos a cabo. Viéndole el lado amable, fueron proferidas sin intención de causarnos incomodidad. Y si no, siguiendo el principio atribuido a Robert Hanlon, achaquémoselo a la estupidez humana antes que a la maldad. Así, ¿aceptaremos recomendaciones de buen grado?
Escrito por
Consultas y colaboraciones a pedrocasusol@gmail.com
Publicado en
arte, música, cine y literatura.