#ElPerúQueQueremos

¿Para qué hacerlo simple si puedo hacerlo complicado?

Dicen que hacer claro lo intrincado es un arte que requiere de mucha maestría. Y aunque es innegable que ahorrar tiempo, espacio o costos es, por momentos, poco factible, en algunas oportunidades, nosotros mismos nos metemos en un lío

Publicado: hace 20 horas

Escribe: Alfredo Coronel Zegarra

De vez en cuando nos quejamos de la laboriosidad de una tarea o de lo tedioso que se vuelve una actividad. Ya sea en el empleo, en casa o en los estudios, encontramos procesos o procedimientos que a menudo son demasiado enrevesados, repetitivos u opacos en cuanto a los frutos que se obtendrían.

¿Y por qué hacemos cosas que son excesivamente trabajosas para el beneficio alcanzado? Pues dependerá de cada circunstancia. A veces, se trata de una novedad y perdemos tiempo al intentar realizarlo. De pronto, solo desconocemos una alternativa sencilla. También es posible que sea asunto de alguien más, como cuando enfrentamos engorrosos y restrictivos trámites y permisos o irracionales protocolos, regulaciones y prohibiciones. Tal vez, solamente queremos distraernos. En otras situaciones, creemos que el producto final será mejor; sin embargo, difícilmente satisfacen las expectativas.

Hallaremos quehaceres que a primera vista parecen asequibles, “todos los pasos son facilísimos y conocidos” decimos, no obstante, tiene una cantidad innumerable de ellos. Así, una preparación instantánea se convierte en una pesadilla agotadora. Le dedicamos más de lo presupuestado e involucramos a otros.

Las promesas de valor añadido deben revisarse y meditarse previamente a lanzarnos a su aplicación. Vaya a ser que lo ofrecido se convierta en un indescifrable rompecabezas.

Dicen que hacer claro lo intrincado es un arte que requiere de mucha maestría. Y aunque es innegable que ahorrar tiempo, espacio o costos es, por momentos, poco factible, en algunas oportunidades, nosotros mismos nos metemos en un lío. Con solo ver las instrucciones identificaríamos algo agotador. Igualmente, habiendo probado el encargo anteriormente y sabiendo que es dificultoso, lo volvemos a hacer. ¿Acaso el resultado cambiará si procedemos de idéntica manera?

Simplificar terminaría siendo innovador y liberador, además colaboraría con desbloquear diversas iniciativas. No es cuestión de cortar a tientas, hay que analizar las rutinas, ensayar cambios y decidir de acuerdo a los efectos evaluados y las lecciones conseguidas. Cuestionar los supuestos que tenemos ayudaría a Definir los problemas y a encaminar soluciones eficientes.

De tratarse de un compromiso con terceros, averigüemos si hay opciones e insistamos en modificar el acuerdo, explicándolo a los interlocutores, enseñándoles lo aprendido. De esa manera, eludiremos embarcarnos en ocupaciones inútiles, reconociendo los errores cometidos. Aprovechemos el conocimiento adquirido.

Ya que esto es más común de lo que quisiéramos admitir, pongámoslo entre las ideas a dejar de lado durante el año que iniciamos. Es probable que, si solamente tenemos como promesa del período evitar hacer lo fácil arduo, ganaríamos mucho. Economizaríamos horas, consiguiendo un poco de vida adicional para dedicarla a pasatiempos u obligaciones que proporcionen mayor placer o rédito.


Escrito por

Pedro Casusol

Consultas y colaboraciones a pedrocasusol@gmail.com


Publicado en

bebedor de absenta

arte, música, cine y literatura.