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Insultándote me siento mejor

Es irreal considerar que las actitudes humanas sean simplemente blancas o negras; hay numerosos grises y no por falta de decisión o claridad sobre valores o principios. Nadie es dueño de la verdad, aunque algunos pretendamos serlo

Publicado: hace 3 horas

Escribe: Alfredo Coronel Zegarra

Más frecuentemente de lo que desearía, despotrico contra aquello que me disgusta, pareciéndose a una catarsis que me ayuda a calmar mis ímpetus. Es como si por momentos fuera el violento señor Hyde y, luego del ataque, recuperara la calma, volviendo a convertirme en el amable doctor Jekyll.

Ocurre en diversos espacios. Puede ser que lo haga mientras manejo, maldiciendo a un transeúnte despistado o a un camionero prepotente; ninguno hará caso. En las redes sociales, quizás, nos prodiguemos en vituperios contra un político o personaje que nunca leerá nuestro chat. De este modo, generalmente solo resultarán en exabruptos con un alcance limitado. Sin embargo, también puede ocurrir que alguien que simpatiza con el objeto de nuestros insultos se sienta afectado y le diremos: “tranquilo, no es contigo”, pese a que sí lo es con sus ideas. Ese es un proceder común, pero poco ecuánime para justificarnos. Las nociones que expresamos son fruto del estudio, las reflexiones que hemos hecho o las creencias que profesamos; por lo tanto, son parte nuestra. No existe tal cosa como un yo separado de sus pensamientos. Al agredir mis convicciones, afectos o intereses, me están ofendiendo.

Dejarnos arrastrar por iras y resentimientos es fácil, alimentando y agravando la polarización que vivimos, llevándonos a atrincherarnos, paulatina y aceleradamente, únicamente con quienes coincidimos. De esa manera, se establecen grupos monocromáticos, carentes de matices o disidencias. Admitir la diferencia debería ser la norma; haciéndose innecesario recurrir a agravios cuando participemos en debates.

Rara vez tendré la argumentación “correcta” o todos la aceptarán; difícilmente la certeza estará exclusivamente en una sección del espectro. Particularmente en materias opinables, como los derechos, las libertades, los deberes y las responsabilidades. Lo bueno y lo malo dejan de existir al haber distintas visiones o valoraciones. Dependerá, pues, como dice la frase, “del color del cristal con que se mire”.

Lo que para unos es lo sensato, a otros les sabrá a despropósito. Esa es nuestra naturaleza y ambas cosas son factibles y conviviremos con ello. De tal forma la sociedad ha evolucionado. Es irreal considerar que las actitudes humanas sean simplemente blancas o negras; hay numerosos grises y no por falta de decisión o claridad sobre valores o principios. Las percepciones varían de individuo a individuo. Nadie es dueño de la verdad, aunque algunos pretendamos serlo, afectando muchas veces a seres cercanos y queridos.

Entonces, deshagámonos de esas ínfulas de superioridad y de la pretensión de que el resto deba darnos el amén; cada quien tendrá una parte de la razón. Rescatemos aquello en lo que coincidimos, sigamos caminando, intentando entendernos sin adjetivos, que pronto nos necesitaremos mutuamente.


Escrito por

Pedro Casusol

Consultas y colaboraciones a pedrocasusol@gmail.com


Publicado en

bebedor de absenta

arte, música, cine y literatura.