¿Quién se quedó con mis datos?
Es cuestión de asumir la responsabilidad por lo que decimos, dónde lo hacemos y con quiénes. Cada uno decidirá. Siempre habrá costos y beneficios
Escribe: Alfredo Coronel Zegarra
Cada vez con mayor frecuencia, escuchamos que alguien se queja por el mal uso de su información personal. Puede ser que la hayan utilizado en una estafa, para ofrecerle productos o servicios no solicitados, u otras situaciones.
Luego del hecho, asombrados, vamos preguntándonos: ¿cómo supieron mi…? (llene usted los puntos con lo que le apetezca: teléfono, nombre, correo y un interminable etcétera). Y continuaremos renegando acerca de la habilidad de quienes nos robaron o fastidiaron, hasta que hacen que caigamos en la cuenta de que nosotros mismos brindamos esas referencias a gente indebida. La mayor parte del tiempo, sin intención alguna, abrimos la puerta a la invasión o toma de registros.
Este tipo de atracos o entrometimientos en asuntos particulares siempre ha existido. Hoy se ha vuelto habitual porque estamos expuestos a múltiples canales de comunicación y, por lo mismo, también son hechos más notorios. La interconexión es múltiple, omnipresente y, en ocasiones, pasa inadvertida.
Las búsquedas en internet o la conducción de automóviles más inteligentes quedan consignadas. Al inscribirnos en eventos, realizar trámites, pedir préstamos, invertir o comprar en línea, completamos formularios con nuestras señas, las cuales, en muchas ocasiones, son distribuidas a terceros. Usualmente resultan siendo obligatorios para concluir el proceso y, si usted, como yo, deja de leer la letra pequeña o los complejos acuerdos de confidencialidad, quedamos sujetos a que lo proporcionado sea difundido.
Eso para no mencionar los casos donde hay violaciones ilegales a la privacidad o sustracción ilícita de identificaciones. Esto existe y es un gran negocio, pero la mayor parte de las veces se trata de errores humanos al entregar, voluntariamente, información sensible a desconocidos.
Sin embargo, será innecesario que procedamos a aislarnos y renunciemos a vincularnos a través de plataformas y redes digitales. Es cuestión de asumir la responsabilidad por lo que decimos, dónde lo hacemos y con quiénes. Desaprovechar los buscadores o guías de calles porque recopilan lo que deseamos, reconocen los lugares a los que vamos o ayudan a que la inteligencia artificial aprenda tendría poco sentido. Cada uno decidirá. Siempre habrá costos y beneficios. El tema es conocerlos y asumir lo bueno y lo malo. Hacernos conscientes de lo que consideremos íntimo en épocas donde, culturalmente, se valora al que más publica virtualmente o al que expone profusamente su vida al mundo, es algo que deberemos cuidar individualmente.
Así pues, varias de las elecciones al respecto quedarán en nuestras manos. Podríamos prevenir si, entre otras cosas, preguntamos a los que saben más, consultamos antes de entrar a “espacios” anónimos, o nos enseñamos y apoyamos mutuamente. Compartir datos es inevitable; hagámoslo de forma juiciosa.
Escrito por
Consultas y colaboraciones a pedrocasusol@gmail.com
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arte, música, cine y literatura.