Un mundo verde será costoso
Varias grandes compañías ya iniciaron la conversión. Sin embargo, es más arduo para las unidades pequeñas, cuya capacidad y flujo de recursos son limitados
Escribe: Alfredo Coronel Zegarra
Resolver los problemas provocados por el cambio climático, adaptarnos a sus inclemencias e intentar procesos de restauración exigirá una concordancia de voluntades laboriosa. Esto significará esfuerzos y renuncias de cada quien. Aunque hay notables avances tecnológicos, importantes replanteamientos en las actitudes e inversiones cuantiosas, queda mucho por realizar.
Reducir las emisiones de carbono, acelerar la captura del que ya está en la atmósfera, controlar el deterioro de la dañada biodiversidad y acomodar las ciudades, empleos y formas de vida a la nueva situación son retos que exigen, además de ingenio y decisión, ingentes capitales. En este asunto, particularmente, asumiremos una parte. Las empresas resignarán en algo sus utilidades, y los individuos destinaremos nuestros ahorros, ya sea ganando menos al bajar su rentabilidad o usándolos en cubrir los nuevos precios de los bienes “verdes”. La cuenta la pagaremos todos.
Producir utilizando electricidad que tenga orígenes renovables parecería económico; el sol y el viento “son gratuitos”. Esto puede ser cierto en el largo plazo, pero hoy precisamos invertir en equipos e infraestructura que absorba, almacene, transforme y transporte esa energía. Sin mencionar la tecnología necesaria para cuando fallen dichas fuentes, que requiere soluciones que aún son costosas, carecen de escala y lograr hacerlas accesibles y asequibles. La competencia con aquella generada con combustibles fósiles todavía es desigual, y la nuclear sigue siendo onerosa. Incentivos y compensaciones a ambas opciones, convencionales y no convencionales, impiden una asignación eficiente de recursos.
Múltiples riesgos durante la adecuación subirán las tarifas de los seguros y otros servicios. Reciclar, sustituir y deshacernos de plásticos y demás sintéticos está resultando difícil y nada barato. Aprovechar la inteligencia artificial mantiene desafíos ambientales. Asimismo, las alternativas a la fabricación de cemento y acero presentan complejidades irresueltas. Faltan métodos aceptados universalmente que permitan valorizar la naturaleza e incluirla en la contabilidad. Nuevos conocimientos y habilidades son imperiosos, y las condiciones financieras orientadas a innovaciones o pruebas piloto son gravosas, comparadas con las de actividades con rendimientos ya demostrados.
Estas y otras cuestiones representarán ajustes en los costos de las organizaciones que, mayormente, serán trasladados a los compradores.
Varias grandes compañías ya iniciaron la conversión. Sin embargo, es más arduo para las unidades pequeñas, cuya capacidad y flujo de recursos son limitados. Lo mismo ocurre con las familias de menores ingresos, que pasarán dificultades cuando decidan adquirir artículos ecoamigables, ya que estos llegarán al mercado a valores elevados, retrasando su alineación.
Las inversiones de los gobiernos también son limitadas. Recordemos que su presupuesto proviene de nosotros, y hay numerosas brechas por cerrar.
Tendremos, pues, que hacer sacrificios personales, educarnos y comprometernos como ciudadanos en esta ruta.
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Consultas y colaboraciones a pedrocasusol@gmail.com
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