Incertidumbre: imaginándonos el futuro
Carecer de certezas deja de ser dañino al permitirnos liberar nuestra mente buscando soluciones alternativas. Enfrentaremos los posibles peligros de distintas maneras y, tal vez, podamos innovar en este proceso
Escribe: Alfredo Coronel Zegarra
Normalmente andamos quejándonos por la incertidumbre, y es cierto que en ocasiones es preferible conocer el futuro, aunque no siempre. Pensemos por un minuto en leer una novela o ver una película si estamos al tanto del final: ningún atractivo tendrá. ¿Enfrentaríamos a un rival deportivo con noticias del resultado? ¿Participaríamos en el mercado habiendo identificado de antemano que perderemos ante los competidores? ¿Acaso iríamos a postularnos a algún cargo a sabiendas de que otro saldrá elegido?
Es, pues, relativo el asunto de odiar lo desconocido. Lo desagradable probablemente es, más bien, la falta de control sobre acontecimientos venideros. Deseamos que aquello que nos atañe esté en nuestras manos. Tememos vivir situaciones inmanejables. Y ciertamente, habrá límites a la posibilidad de conducir los hilos de toda circunstancia. Las relaciones interpersonales son incógnitas intrincadas de resolver. Los humanos somos complejos y cambiantes.
Si consideramos que los riesgos que enfrentamos ofrecen perspectivas para nacientes oportunidades, entonces la imaginación se verá alentada en ambientes volátiles.
Carecer de certezas deja de ser dañino al permitirnos liberar nuestra mente buscando soluciones alternativas. Enfrentaremos los posibles peligros de distintas maneras y, tal vez, podamos innovar en este proceso.
Conseguir calma es imprescindible para aprovechar cuando la fuerza creativa nos domina. Recordemos, sin embargo, que las obras nacidas de estos impulsos deben contrastarse con la realidad. Con frecuencia, ideas muy “novedosas” solo lo son en la mente del autor. No pasarían una prueba entre usuarios o eventuales compradores y difícilmente se convertirían en productos negociables. Evaluar su concreción en el mercado será una valla para evitar fracasos o desatinos.
Unos preferiremos anticiparnos y simular el porvenir; otros, concentrarnos en el presente. Sea lo que decidamos, preguntémonos: “¿Qué tendría que ocurrir para que se cumplan mis deseos, y es eso factible?” Evidentemente, ir por la vida haciéndolo para cualquier acción tendrá poco sentido. Guardemos dichas conjeturas para épocas en las que consideremos que padeceremos infortunios. Por supuesto, si se ha adquirido la habilidad de estar alerta o consciente permanentemente, enhorabuena: aproveche esa capacidad.
Sentido común y criterio son imprescindibles, máxime en los momentos actuales, en que requeriremos ayuda para diferenciar entre liderazgos reales y sutiles manipulaciones. Igualmente, ahora que vivimos inundados por la inteligencia artificial, cuya proliferación hace cada vez más probable que la forma de programarla incluya nuevos y diversos sesgos o que se alimente con información de dudosa calidad, pocos beneficios se obtendrían, si alguno, de sus respuestas. En ese sentido, la capacidad crítica y el raciocinio permitirán que discernamos entre realidades y fantasías.
De ese modo, quizás aprendamos algo de un ingenio responsable mientras nos guía por este mar de intríngulis
Escrito por
Consultas y colaboraciones a pedrocasusol@gmail.com
Publicado en
arte, música, cine y literatura.