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Debatir es acordar

Es probable que obtengamos mayor provecho de un intercambio en el cual las partes busquen similitudes antes que concentrarse en lo que los divide

Publicado: hace 8 horas

Escribe: Alfredo Coronel Zegarra

Normalmente, cuando pensamos en un debate, lo hacemos en términos de una competencia donde uno se impondrá a otro. Puede lograrlo gracias a mejores argumentos, claridad en la exposición de ideas o a avasallar con una grandilocuente personalidad.

Al imaginar dichas sesiones, vienen a nuestra mente las de tipo electoral, en las cuales observamos a candidatos a ciertos cargos enfrentándose, exponiendo sus planteamientos, pretendiendo desacreditar o vencer al oponente de turno. También puede ser que recordemos algún torneo escolar o universitario en el que individuos o grupos participan presentando sendos alegatos para obtener el reconocimiento, en este caso, no de los votantes, sino del jurado.

Tales opciones se caracterizan por la necesidad de que uno salga triunfador. Sin embargo, hay diferentes modalidades, como esos encuentros en donde presentamos variadas explicaciones de alguna cuestión a fin de convenir y así esclarecer los asuntos en controversia. Generalmente ocurren en ámbitos académicos o empresariales, aunque pueden hacerse en cualquier espacio.

Que sea más fructífero seleccionar una sola alternativa dependerá de las circunstancias. Pero es probable que obtengamos mayor provecho de un intercambio en el cual las partes busquen similitudes antes que concentrarse en lo que los divide. En la lucha política, por ejemplo, ¿qué sería lo preponderante: las salidas de un proponente único o el consenso entre diversas visiones? ¿Cuál ofrecerá mejores oportunidades a los ciudadanos? Trátese de una disputa barrial o la del país, combinar distintas perspectivas parece una solución superior. Ayudaría a la gobernabilidad en entornos con parlamentos fragmentados, igual al que seguro tendremos.

¿Podremos, luego de discutir y argüir, pasar a conversar y crear futuros compartidos? Hacerlo requiere de, al menos, dos capacidades: escuchar al otro, indagando entre sus ideas por aquello en que coincidamos, y la disposición a renunciar al ego individual en aras del bien común. Lamentablemente, ambas escasean entre los dirigentes nacionales e internacionales. Además, la polarización actual entorpece las posibilidades de lograrlo.

Quizás polemizar encaminándonos a concertar sea una propuesta poco realista o de difícil aplicación. Intentarlo en el caso que presenciaremos pronto, en que seguramente habrá una veintena de candidatos a la Presidencia de la República, favorecería a nuestra Nación. Aquella organización que decida participar seriamente y procure dialogar, antes que imponer o apelar a posiciones extremas, podría estudiar los planes de sus rivales, consolidando lo que converja con las ideas propias y, en la ocasión en que se encuentren, hacerlo notar. Beneficiándose de evitar una imagen confrontadora y de acercarse promoviendo acuerdos de manera transparente. Este ejercicio debiera hacerse para alcanzar alianzas; de modo contrario, será en la contienda donde ofrecerá ventajas a quienes la empleen como estrategia. ¿Qué liderazgo preferiremos?


Escrito por

Pedro Casusol

Consultas y colaboraciones a pedrocasusol@gmail.com


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