#ElPerúQueQueremos

El día del juicio final

Si no evitamos participar o nos rehusamos a emitir resoluciones, mal haríamos en lanzarnos irrestrictamente a linchamientos presenciales o mediáticos

Publicado: hace 2 horas

Escribe: Alfredo Coronel Zegarra

Está en la naturaleza humana que andemos por la vida juzgando cotidianamente los actos de la gente. Como si fuésemos investigadores o fiscales acuciosos, establecemos lo que es correcto en las actitudes de nuestros congéneres y, muchas veces, pecamos por concentrarnos en las formas y no en el fondo. Sin dar lugar a defensa ni señalar atenuantes, nos erigimos sobre todos y damos veredictos, e incluso posibles sanciones al “infractor”.

Sin embargo, este ejercicio no tiene la más mínima opción de ser independiente, veraz o imparcial. Generalmente, se trata de exámenes arbitrarios, cuando no basados en medias certezas y que presentan conclusiones apresuradas al desconocer el contexto y a cada involucrado. Estas apreciaciones suelen estar fundamentadas en opiniones más que en evidencias.

Prejuzgar es normal, al igual que poseer conflictos de interés. Cada quien tendrá motivaciones y expectativas diversas que colisionarían con los hechos analizados. De esa forma, si no evitamos participar o nos rehusamos a emitir resoluciones, mal haríamos en lanzarnos irrestrictamente a linchamientos presenciales o mediáticos.

Asumir la responsabilidad y justificar rigurosamente lo que decimos, las medidas que tomamos o las decisiones adoptadas son asuntos poco frecuentes. Sencillamente, eludimos la rendición de cuentas y la transparencia, dando pie a actitudes maniqueas y manipuladoras.

Evidentemente, si esto es perpetrado por autoridades elegidas en sufragios o designadas como funcionarios públicos, debería ser punible. Y si no está prescrito en la normatividad, en los siguientes comicios haríamos bien en castigar a esa organización quitándoles el voto. Asimismo, generar opinión en torno a dichos errores es necesario. Por supuesto, cualquier acción que emprendamos debe estar debidamente documentada; así esquivaremos caer en la misma falta señalada en los demás.

Vernos influenciados por personas en las que confiamos resulta habitual. No obstante, en los tiempos que vivimos, llenos de información tendenciosa y con su proliferación en las redes y medios de información, debemos darnos a la tarea de verificar. En caso de no querer tomarnos el trabajo de hacerlo, podemos, al menos, contribuir obviando difundir aquello carente de confirmación.

Aprovechemos las opciones digitales de constatación y chequeo. Claramente, comprobar una a una las cosas que recibimos o revisamos es imposible, por lo que el criterio deberá primar. Cotejar la lógica de lo compartido, confrontarlo usando diferentes posiciones o corroborarlo en fuentes serias facilitaría esta faena.

Hacer del día a día una oportunidad para apartarnos de la costumbre de calificar al resto colaborará en que desarrollemos relaciones más armoniosas y cuidemos la salud mental propia y la de los que están a nuestro alrededor.

Confiar en otros es difícil; intentemos ganarnos su apoyo tratando de dejar de andar juzgándolos permanentemente.


Escrito por

Pedro Casusol

Consultas y colaboraciones a pedrocasusol@gmail.com


Publicado en

bebedor de absenta

arte, música, cine y literatura.