ya acabó su novela

Brutalidad

Publicado: 2025-06-21

Escribe: Pedro Casusol

Para entender cómo se perfilan las nefastas elecciones que nos esperan en pocos meses, es menester pasar horas mirando los nuevos programas transmitidos vía streaming a través de internet. A falta de una juventud adicta a la caja boba, en una sociedad donde hasta hace poco quien controlaba los medios de comunicación masivos manejaba los derroteros de la opinión pública, hay que voltear para observar las dinámicas con la que consumen información los nacidos a partir del año 2000. Porque la televisión ha muerto, el diario es una reliquia y la radio ya no tiene sentido.

Los candidatos (y los que no admiten que están en carrera) lo saben perfectamente bien: tienen que adaptarse al lenguaje de las redes sociales que, seamos sinceros, dista mucho de las formas y conceptos que solían manejarse en los medios tradicionales (por más de que algunos magazines digitales hayan replicado ciertos criterios televisivos). Hablo, por supuesto, de los programas que son transmitidos en vivo, no solo por YouTube, también por plataformas como Twitch, Kick o Discord, y que luego son resumidos en clips de dos minutos o menos para TikTok, Facebook, Instagram o X, donde habita aquel público que será el bolsón más deseado, la audiencia con déficit de atención.

Marshall McLuhan, filósofo canadiense y sociólogo de la comunicación, dijo hace más de sesenta años que “el medio es el mensaje”. Lo hizo en “Understanding Media”, libro donde sostuvo que la manera en que nos comunicamos transforma nuestra percepción del mundo, más allá del mensaje específico. Esto es aún más relevante en los tiempos que corren, cuando las redes sociales han reconfigurado nuestra cultura y la forma en la que nos relacionamos, transformando para siempre la comunicación política. TikTok ha reducido la capacidad de atención a quince segundos; Facebook y X han polarizado a la sociedad y lo que se privilegia en el lenguaje del streaming es la “brutalidad”.

Para quienes no están familiarizados con ese ecosistema, la “brutalidad” viene a ser otra forma de hacer show: provocar a la audiencia con posturas exageradas, una declaración altisonante, intensa o extrema que tiene por finalidad causar un choque emocional, ya sea positivo o negativo. En otras palabras, es hablar pelotudeces en tono enfático, con el único objetivo de alcanzar mayores vistas. Es repartir “factos”, supuestas verdades absolutas, cuando en realidad son frases huecas gritadas con convicción. El problema es que la idea misma de verdad atraviesa hoy por una profunda crisis de identidad.

La “brutalidad” ha devenido así en una técnica barata de persuasión, una suerte de show autocomplaciente y validado por sí mismo. La farsa revestida de verdad. El problema se complica cuando el espectáculo extiende sus esqueléticas falanges para incursionar en la arena política. El más reciente ejemplo lo encontramos en Phillip Butters, uno de los aspirantes a presidente de la tienda de Avanza País, quien viene de pasar por una larga gira de medios que incluyó a varios programas de YouTube. El objetivo era darse a conocer, empezar a conectar con aquellos jóvenes que manejan los códigos y el lenguaje del streaming. No me extrañaría que alguno quedara prendado del estilo Butters. Al final, se trata de una bestia mediática, un hombre acostumbrado a atarantar y a mentir descaradamente. Es la “brutalidad” en el más amplio sentido del término.

(Publicado originalmente en Hildebrandt en sus trece)


Escrito por

Pedro Casusol

Consultas y colaboraciones a pedrocasusol@gmail.com


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arte, música, cine y literatura.