Populismo paternalista: ¿renunciaremos a la ética?
Formarse una conciencia crítica es lo que guía a una sociedad autónoma; perderla nublará nuestra mente y nos reducirá a la obediencia ciega
Escribe: Alfredo Coronel Zegarra
Sean de izquierda o de derecha, progresistas o conservadores, alrededor del mundo van surgiendo expresiones políticas que dicen conocer claramente lo que en verdad quiere el pueblo. Así, ofrecen soluciones inmediatas, simplistas y radicales que satisfarán las necesidades de la población. “¡Cumpliremos con lo que la gente de a pie pide!”, es una frase que no tiene bandera ideológicamente reconocible. Estos movimientos salen de cualquier trinchera, particularmente desde los llamados “outsiders”.
Además, asistimos a una especie de mimetización de ambas caras de la moneda. El control que desean ejercer sobre las mentes de los votantes es similar en los dos extremos. De ese modo, en campaña los escucharemos simular que radicalizan posiciones, demonizando al opositor.
Ya en el gobierno, viendo que incumplirán sus promesas, cual aprendices de mago, coincidirán en restringir la voluntad y el juicio independiente de los ciudadanos. Tratando de inhabilitarnos para cuestionar sus manipulaciones y tropelías.
El sueño del autócrata es desaparecer toda disidencia; regulando o censurando lo que leemos o pensamos intenta conseguir borregos antes que seres con criterio y sentido común, aptos para decidir por sí mismos qué hacer con su vida. Lo que une a los populismos es el gusto por un Estado dominante y omnipresente.
La ética es la capacidad de los individuos de reconocer lo que está bien y lo que está mal. Diferenciar estos elementos obliga a discernir y optar analizando y evaluando las ventajas y perjuicios de una situación. No solo en función de costos y beneficios, sino, especialmente, en términos de lo justo y correcto. Formarse una conciencia crítica es lo que guía a una sociedad autónoma; perderla nublará nuestra mente y nos reducirá a la obediencia ciega.
La comunicación y sus medios —formales e informales—, incluyendo redes y plataformas virtuales, son herramientas potentes. Podrán emanciparnos o esclavizarnos. Valoremos la libertad de expresión que tenemos.
Las elecciones que hagamos conscientemente, superando emociones básicas, tendrán día a día mayor relevancia. Desde el sufragio por el club departamental, la asociación de padres hasta los comicios nacionales, todas resultan decisivas. En cada capa de la sociedad existen ambiciones políticas; buscamos poder, anhelando influir.
Si postulamos a alguna posición, debemos rodearnos de personas idóneas que señalarán las desviaciones y atropellos que cometemos. Escuchémoslas y recuperemos la cordura.
Siendo electores, evitemos la pereza mental, identifiquemos a los incompetentes y a aquellos que presentan argumentos demagógicos pretendiendo permanecer eternamente en el gobierno, para descartarlos. Asimismo, dejemos de lado a cualquiera que muestre signos de corrupción; esta es otra cara del autoritarismo, representado por la soberbia del que cree que nunca será detectado y menos castigado. ¿Lograremos distinguirlos?
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arte, música, cine y literatura.