se fue al cine

Frito, frito pescadito

¿Aprenderemos esta vez? ¿Conseguiremos elegir conscientemente en las elecciones venideras? ¿Aceptaremos los resultados cumpliendo los compromisos?

Publicado: hace 2 horas

Escribe: Alfredo Coronel Zegarra

¡Nueva vacancia, oportunidades renovadas! Responde innegablemente a intereses partidarios; es lo natural. Unos estaremos a favor y otros en contra, siempre ha sido y será de esa manera. Estrenamos el séptimo jefe de Estado de los últimos nueve años, cuando empezó esta etapa de renuncias, destituciones e intentos de autogolpe. Salvo la rebelión, lo demás se encuentra dentro de las normas y la constitucionalidad vigente. Puede disgustarnos; sin embargo, es así. En cada paso, se siguieron las reglas del juego, a pesar de ciertas denuncias de arbitrariedad o débil razonabilidad.

Seguro muchos hubiésemos preferido que todos concluyeran sus gobiernos sin haber apelado a las formas de salida ocurridas. Igualmente, esperaríamos que como ciudadanos lejos de andar clamando para que terminen los mandatos presidenciales o congresales antes de tiempo, aceptemos lo votado mayoritariamente. Es lo que corresponde en sociedades democráticas respetuosas del estado de derecho. A la vez, resolveremos crisis aplicando mecanismos con arreglo a leyes, como hemos hecho.

¿Son legítimas las acciones realizadas bajo estos procedimientos? Y ¿por qué argüir deslegitimidad de quien accedió al poder gracias a la sucesión correspondiente? “La legitimidad se gana con el reconocimiento popular”, señalan algunos, pero, ¿cómo operativizarlo?, ¿acaso con encuestas de aceptación?, ¿elecciones permanentes? Esto significaría un desmanejo caótico ya que nunca terminaríamos de ponernos de acuerdo. De tal modo, cada circunstancia es lícita en cuanto cumple con las pautas vigentes. No basándose en la popularidad fruto de vaivenes y humores de los entrevistados, cuando no influenciados por posibles manipulaciones. Lo cierto es que si pudiésemos cambiar de autoridades en función de la ineptitud mostrada viviríamos desgobernados.

Entonces, ni somos desastrosos, ni dechados de institucionalidad. Evitando usarlo como consuelo, es real que alrededor del orbe encontraremos que la inestabilidad política se ha vuelto habitual.

Indudablemente, dichas turbulencias poco bien le hacen al país. La imagen se deteriora, no solo frente al mundo, más importante aún, entre nosotros mismos. ¡Agudizaremos la desconfianza mutua! Las constantes rotaciones de funcionarios hacen inviable la ejecución de estrategias o políticas. Ya tenemos un Estado caracterizado por su ineficiencia y tamaño insoportable, añadirle la entrada y salida de personas en lapsos cortos solo agrava la situación. La predictibilidad, tan cara a la actividad económica, se desvanece. Espantamos inversiones, ¡desaprovecharemos esos beneficios!

¿Aprenderemos esta vez? ¿Conseguiremos elegir conscientemente en las elecciones venideras? ¿Aceptaremos los resultados cumpliendo los compromisos?

En cualquiera de las organizaciones políticas habrá personas probas y con sentido común, ¿haremos que ellos sean mayoría en el próximo parlamento?

Mala opción será fracasar reiteradamente. Quizás, en esta ocasión eludamos sartenes, esquivando quedar fritos, dejando la espiral descendente en que hemos enrumbado los destinos de la nación.


Escrito por

Pedro Casusol

Consultas y colaboraciones a pedrocasusol@gmail.com


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arte, música, cine y literatura.