se fue a la marcha

El que la seca, la llena

La confianza mutua se basa en relaciones entre pares, poseedores de idénticos deberes, derechos y libertades

Publicado: hace 3 horas

Escribe: Alfredo Coronel Zegarra

¿Le ha pasado alguna vez ir a servirse café y encontrar todas las tazas sucias o que el termo se hallaba sin agua? Por supuesto, me refiero a lugares en los cuales el autoservicio es la costumbre, no donde hay encargados de dichas tareas. De ese modo, alguien falló en cumplir plenamente su cometido.

Entonces, con ello satisfacemos la necesidad e imponemos a los demás ocuparse de la ingrata faena; demostrando que carecemos de responsabilidad personal, cuando no represente desprecio hacia aquellos con los que compartimos los ambientes.

En otras ocasiones, estas desconsideraciones pasan inadvertidas o, de señalarse, son consideradas un exceso de susceptibilidad. Entregar informes plagados de errores ortográficos, esperando que algún colega los corrija; reparar equipos dejando que el cliente ordene y asee la zona en que efectuamos los trabajos; promulgar políticas públicas o normas obviando evaluar su impacto en el presupuesto; acudir a marchas exponiéndonos si descuidamos verificar los sistemas de control o los antecedentes de los organizadores son ejemplos de realizaciones parciales e inconclusas. Vamos “soplándole la pluma” al siguiente.

Creer que cualquier actividad finaliza cuando a mí me parece representa falta de respeto al resto y a mi autoestima. También significará desconocer el compromiso propio; incluso podría calificarse de incompetencia para ejecutar lo encomendado.

Precisamos distinguir qué es lo que tenemos permitido, nuestro potencial y límites, al igual que a dónde queremos llegar y qué debemos llevar a cabo para hacerlo. La confianza mutua se basa en relaciones entre pares, poseedores de idénticos deberes, derechos y libertades. Las capacidades, los saberes y la experiencia determinarán las funciones que haremos. Ejecutarlas cabalmente es asunto de uno mismo.

Responder por cada obligación explícita o implícitamente asumida, debería convertirse en una regla. Si ignoramos cómo proceder y, de ser imposible aplicar la máxima de “Donde fueres, haz lo que vieres”, pues indaguemos; preguntar será de ayuda: aprenderemos constantemente.

La ciudadanía difícilmente es abstracta y ocurre en espacios inasibles: es lo cotidiano transformado en rutinas, prácticas y, finalmente, en la cultura por la que somos reconocidos.

Conseguir que la sociedad consolide sus instituciones, defienda la libertad individual y promueva el emprendimiento rentable requiere que particularmente nos esforcemos en propiciarlo; evitando buscar refugio y excusas en el entorno. Y así, tal vez, mejoren las condiciones de vida, la economía nacional sea más competitiva y escojamos a los políticos que merecemos.

A pesar de que “la esperanza es lo último que muere”, encomendarnos a ella es claudicar del accionar correspondiente a cada quien.

¿O quizás confiaremos en que el azar o una divinidad tendría que salvarnos de nosotros o hacer que lo que deseamos suceda?


Escrito por

Pedro Casusol

Consultas y colaboraciones a pedrocasusol@gmail.com


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arte, música, cine y literatura.